La muerte silenciada, el suicidio.

Nuestra sociedad se encuentra incómoda al hablar del suicidio, parece como si quien lo cometiese, o intentase, rompiera una regla no escrita. Por eso es tan difícil hablar de ello y por eso se instala la culpa entre familiares del fallecido y los supervivientes de los intentos frustrados. Hablar de muerte es algo incómodo en el mundo occidental, debido a nuestras costumbres y creencias religiosas, ha sido siempre un tabú que evitamos y rodeamos de oscurantismo y silencio. El instinto de supervivencia prevalece y parece que los que van contra él deben ser estigmatizados.
Esta última semana el gobierno anunció una serie de medidas en el área de la sanidad. Entre ellas se encuentra el plan para luchar contra un tema que sigue siendo tabú en nuestro país, el suicidio. En el año 2016 decidieron quitarse la vida en España de forma voluntaria 3.569 personas. Unas 10 personas al día, recalcó la ministra, que recordó que tres de cada cuatro finados son hombres y que la población entre los 40 y los 59 años es la más afectada. Además, es la principal causa de muerte entre la población entre 15 y 34 años.
Todos conocemos algún caso relativamente cercano, y siempre son noticias dadas entre susurros y con medias palabras. Sin embargo, sabemos que hablar del suicidio rompe tabúes, ayuda a prevenirlo y termina con el estigma de los supervivientes.
Lo más natural es hablar con nuestras personas más cercanas, pero si ello no fuera posible, acudir a un especialista ayuda a exteriorizar el sentimiento de culpa y recomponer nuestro bienestar psíquico. Además, en el caso de los allegados, sentirse culpable por no haber podido ayudar (o incluso evitar) suele ser común, es necesario saber que la responsabilidad recae sobre el que realiza la conducta y de nuevo, acudir a un especialista suele ayudar en el proceso.
La prevención juega un papel fundamental, para empezar debemos entender los factores de riesgo que predisponen al suicidio:

• Los trastornos mentales se han considerado uno de los factores de riesgo más importantes. El trastorno bipolar, la depresión, la esquizofrenia y el trastorno límite de la personalidad suelen ser los más presentes.
• Intentos previos de suicidio.
• Historia familiar de conducta suicida.
• Eventos vitales estresantes: divorcio, dificultades económicas, etc.
• Apoyo socio-familiar inadecuado o inexistente.

Entre los factores de protección, que disminuyen la probabilidad de que el suicidio se lleve a cabo incluso en situaciones en los que existen factores de riesgo, podemos encontrar:

• Baja disponibilidad de acceso a armas, plaguicidas o “venenos”.
• Habilidad para las relaciones sociales.
• Autoestima alta.
• Tener hijos.
• Apoyo sociofamiliar de calidad.
• Situación socioeconómica estable.
• Espiritualidad.

Cuantos más factores de protección se den en una persona con cierto riesgo de llevar a cabo una conducta suicida, más fácil resultará intervenir o prevenir en esa persona.
En el suicidio confluyen algo más que factores individuales. Es evidente que la prevención del suicidio requiere también de la intervención de sectores diferentes, con un enfoque integral y transversal aunando la salud, la educación, las políticas laborales, la policía, la justicia, la religión y los medios de comunicación. Sería necesario diseñar programas de prevención destinadas a personas que encajen en el perfil por sus factores de riesgo, pero sin dejar de lado los factores de protección que sin duda tendrá, por escasos que sean.

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